6 de octubre de 2010

¡Basta de simular!

Avergonzado, advierto cada vez con más frecuencia y cada vez en mayor cantidad de países -preferentemente del súper desarrollo profesional y especialmente latinoamericano- una marcada falta de respeto por parte de los jugadores a todo el mundo. Simular, exagerar una falta con caídas acrobáticas, contabilizar las amarillas del rival para que el árbitro expulse, buscar a los rivales que ya están amonestados para provocar la segunda amarilla, protestar airadamente, no aceptar las disculpas de un adversario , celebrar un gol tras la ejecución de un penal (sólo admisible legítima y éticamente cuando un penal define), celebrar y adjudicarse la autoria de un gol en contra por un rival del otro equipo y celebrar un gol propio con actitudes de burla para los rivales y los aficionados del equipo contrario, pueden sintetizarse en un término: se trata de personas fraudulentasEstamos de acuerdo: vivimos en un fútbol súper profesional, con poco margen de tolerancia, muchas exigencias, muchas presiones, un gran estrés y un periodismo que no desaprovecha el sobredimensionameinto de estas circunstancias para jugar con coberturas periodísticas de tintes  catastróficos, amarillos, columnas determinantes, opiniones severas y hasta un backstage poniendo en la boca de los protagonistas todo aquello que abone la idea de la crisis, del caos y del colapso. La catástrofe siempre vende. Un técnico cuyo equipo va perdiendo un partido no merecerá otra pregunta durante el transcurso del relato que: “…¿Seguirá fulano como técnico de…?”. Una no muy convincente actuación de un jugador incorporado por una cifra considerable podría siginficar otra pregunta: “¿Fulano de tal es la solución o habrá que buscar en los jugadores juveniles?”. La dirigencia al ver y escuchar, leer y tomar contacto con el público siente debilitado su verdadero poder. Seria así: "si la TV dice, la radio dice, los diarios dicen, los sitios Web y los foros dicen, deberé dar por cierto que todos los dichos multiplicados por tantos medios son una verdad incuestionable. Cualquier comunicólogo salido de cualquier Universidad de Ciencias de la Información sabe que una mentira multiplicada por mil, pasa a ser una verdad para la opinión pública.  En ese mundo, la única idea posible es ganar. El que gana sirve y el que pierde carece de todo mérito. Esta idea resultadista fatalmente absurda e injusta le exige a los jugadores a comportarse de cualquier manera con tal de ganar. Y en el "de cualquier manera" va implícito la detestable tendencia de simular, exagerar y hacerle creer al referí, que debe decidir en el mínimo de segundos posible, sobre algo que parece existir y no existe. Y si puede hacer expulsar a un rival, creerá hacer un gran servicio a su equipo por cuanto hacer echar a un adversario no es otra cosa que quedar en ventaja numérica, cuando en realidad está perjudicando a un colega, dándole la espalda al cumplimiento de ciertos códigos que son todo lo contrario de lo que realmente hacen en el campo. Y perjudicar, obviamente, al espíritu deportivo que es lo que es/debería ser el fútbol en definitiva: un deporte con todo lo que ello implica.

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